jueves, 2 de enero de 2014

¿Tus buenas obras te permitirán entrar al cielo?



“¿Has pensado alguna vez cuan ofensivo es para Dios cuando tratamos de pagar su bondad? Dios ama al dador alegre porque Él es un dador alegre. Si nosotros, siendo malos, nos gozamos regalando, ¿cuánto más se alegrará Él? Si nosotros, como humanos, nos ofendemos cuando la gente quiere transformar nuestro regalo en un soborno, ¿cuánto más Dios?

Dedica algunos momentos a leer con calma la respuesta de Jesús a esta pregunta: ‘¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?’ (Juan 6:28).
Jesús contestó: ‘La obra de Dios es…’

¿Puedes ver a la gente inclinándose para no perderse palabra, mientras sus mentes vuelan? ‘¿Cuál será la obra que quiere que hagamos? ¿Orar más? ¿Dar más? ¿Estudiar? ¿Viajar? ¿Memorizar la Torah? ¿Cuál será la obra que quiere?’ Astuto el plan de Satanás. En lugar de tratar de alejarnos de la gracia, hace que dudemos de ella o que tratemos de ganárnosla… para que al final ni siquiera lleguemos a conocerla.
¿Cuál es, entonces, la obra que Dios quiere que hagamos? ¿Qué desea de nosotros? Que creamos, simplemente. Que creamos al que Él ha enviado. ‘La obra que Dios quiere que hagas es esta: Que creas en el que Él ha enviado’.

Quizás alguien que lea esto mueva la cabeza y pregunte: ‘¿Dices que es posible ir al cielo sin buenas obras?’ De nuevo, mi respuesta es no. Las buenas obras son una exigencia. Alguien más acaso pregunte: ‘¿Dices que es posible ir al cielo sin un buen carácter?’ De nuevo, mi respuesta es no. También se requiere un buen carácter.
Pero, ay, tenemos un problema. Careces de ambas cosas.

Ah, sí, has hecho algunas cosas buenas en tu vida. Pero no son lo suficientemente buenas como para entrar al cielo, a pesar de tu sacrificio. No importa cuán nobles sean tus regalos, no son suficientes para entrar al cielo.
Tampoco tienes suficiente buen carácter para entrar al cielo. Por favor, no quiero que te ofendas. (Y, de nuevo, oféndete si quieres). A lo mejor eres una persona decente. Pero la decencia no es suficiente. Los que ven a Dios no son decentes; son santos.

Tú puedes ser decente. Puedes pagar los impuestos y besar a tus hijos y dormir con una conciencia limpia. Pero sin Cristo no eres santo. Entonces, ¿cómo puedes ir al cielo?
Solamente creyendo.
Acepta la obra ya hecha, la obra de Jesús en la cruz.
Solamente creyendo.

Acepta la bondad de Jesucristo. Abandona tus buenas obras y acepta las de Él. Abandona tu propia decencia y acepta la de Él. Preséntate ante Dios en el nombre de Él, no en el nombre tuyo. “El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado” (Marcos 16:16)

¿Tan simple? Así de sencillo. ¿Tan fácil? Nada fue fácil en todo ese proceso. La cruz era pesada, la sangre era real y el precio exorbitante. Pudo habernos dejado en la calle a ti y a mí, así es que Él pagó por nosotros. Di que es simple. Di que es un regalo. Pero no digas que es fácil.
Llámalo como es. Llámalo gracia.”

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8, 9.



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