jueves, 7 de febrero de 2013


Abraham estaba dispuesto a matar a su propio hijo porque él creía en que Dios cumpliría su promesa de una progenie para Isaac (Génesis 22), aunque el Señor tuviera que resucitar a Isaac muerto, aunque para nuestro conocimiento Abraham nunca había conocido de una resurrección.

Una obediencia extraordinaria como esta ante la más severa de las pruebas nos informa que un creyente en la actualidad puede resistir la más difícil de las pruebas que se pueda imaginar si confía incondicionalmente en Dios.

Podemos concluir que mientras más difícil sea la obediencia, resulta más excelente. Abraham obedeció a Dios al extremo, y como resultado se convirtió en el modelo de fe.

Fragmento de El poder del sufrimiento de John Mac Arthur.