Abraham estaba dispuesto a matar a su propio hijo porque él
creía en que Dios cumpliría su promesa de una progenie para Isaac (Génesis 22),
aunque el Señor tuviera que resucitar a Isaac muerto, aunque para nuestro
conocimiento Abraham nunca había conocido de una resurrección.
Una obediencia extraordinaria como esta ante la más severa
de las pruebas nos informa que un creyente en la actualidad puede resistir la
más difícil de las pruebas que se pueda imaginar si confía incondicionalmente
en Dios.
Podemos concluir que mientras más difícil sea la obediencia,
resulta más excelente. Abraham obedeció a Dios al extremo, y como resultado se
convirtió en el modelo de fe.
Fragmento de El poder
del sufrimiento de John Mac Arthur.