viernes, 25 de enero de 2013


“Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna”. 1 Timoteo 1:16.

Jamás olvidaré la libertad que me fue dada cuando entendí eso. Es decir, usted y yo nunca debemos de mirar para nuestras vidas pasadas, no debemos mirar para cualquier pecado de nuestra vida pasada, excepto que eso pueda llevarnos a alabar a Dios y a magnificar su gracia, como Pablo lo hizo. Lo desafío con eso. Si usted mira para su pasado en cualquier cosa, y en su pasado hay un sentimiento depresivo, entonces está hablando miserablemente como cristiano.

No estoy diciéndole que mire a su pasado y no vea nada, no, no. Usted debe hacer como Pablo hizo: “Yo era un blasfemador, perseguidor, injurioso”. ¿Pero él se detiene allí? ¿El se sienta y dice “yo no puedo ser un predicador del evangelio”? ¡NO! Él dice exactamente lo opuesto: “Yo doy gracias a Jesucristo nuestro Señor porque me tuvo por fiel poniéndome en el ministerio” (1 Tim. 1:12)

Cuando Pablo aceptó aquella tarea, no dijo: “No sirvo para ser un cristiano, no sirvo para ser un predicador” o…”soy un hombre tan vil, hice cosas terribles”. No. De alguna manera, lo que Pablo hizo fue alabar a Dios. El magnifica Su gracia. Preste atención: “Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús” (1 Tim 1:14). Esa es la forma de mirar su pasado.

Entonces, si usted mira su pasado y se deprime, significa que está oyendo al diablo. Pero si mira al pasado y dice “si, infelizmente fue verdad, fui cegado por el dios de este mundo, vivía en ignorancia y no creía, pero la gracias de Dios fue más abundante, fue más que suficiente. Y su poder y misericordia vinieron sobre mí, de tal manera que trajo perdón, soy un nuevo hombre y todo está muy bien”. Entonces está mirando bien. Si no hacemos esto, está casi intentando decir que merecemos ser infelices ¿Por qué creer en el diablo en vez de creer en Dios?

¡Levántese amigo! Y entienda la verdad sobre sí mismo, que en Cristo y solamente en Él, el pasado y lo demás SE FUERON. Y fui lavado por la sangre de una vez y para siempre.

Matyn Lloyd Jones


“Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados”. Romanos 6:17

¡Estos grandes argumentos de las epístolas, estas tremendas presentaciones de la verdad!
El evangelio NO es una cosa parcial. Él trata de todo el hombre, de toda la vida, de toda la historia, de todo el mundo. Él trata de la creación, él trata del juicio final, y todo lo de en medio. Es una completa visión de la vida. Lo que estoy diciendo es que muchos están infelices en la vida cristiana porque nunca la entendieron. Nunca entendieron que se trata de un modo de vida. Que se trata de TODO en la vida de un hombre y sobre cualquier eventualidad en esa experiencia.

Es que en cualquier aspecto de las etapas de su vida no habrá actividad en la cual, el evangelio no tenga nada para decir sobre eso. Todo en la vida está allí, pues el evangelio incluye TODO. El evangelio tiene el propósito de incluir y cubrir todo en nuestra vida. Y si no entendieron esto, nos descubriremos en una situación infeliz.

Matyn Lloyd Jones

jueves, 24 de enero de 2013


Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta.
-¿Dios creó todo lo que existe?

Un estudiante contestó valiente:
-Sí, lo hizo.
-¿Dios creó todo?
-Sí señor, respondió el joven.

El profesor contestó, -Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo. El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe cristiana era un mito.

Otro estudiante levantó su mano y dijo:
-¿Puedo hacer una pregunta, profesor?
-Por supuesto, respondió el profesor.

El joven se puso de pie y preguntó:
-¿Profesor, existe el frío?
-¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?
El muchacho respondió: -De hecho, señor, el frío no existe.

Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor.

-Y, ¿existe la oscuridad?, continuó el estudiante.
El profesor respondió:
-Por supuesto.
El estudiante contestó:
-Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe.

La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio terminado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.

Finalmente, el joven preguntó al profesor:
-Señor, ¿existe el mal?
El profesor respondió:
-Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal.
A lo que el estudiante respondió:

-El mal no existe, señor, o al menos no existe por si mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.

Entonces el profesor, después de asentir con la cabeza, se quedó callado.

El nombre del joven era: ~ Albert Einstein ~


miércoles, 23 de enero de 2013


Desde el momento en que Cristo comienza a vivir en nosotros, desaparecen las fronteras. Dios amó al MUNDO y envió a Su Hijo unigénito, para que TODO aquel que en él crea, no se pierda (Juan 3:16). Estemos donde estemos, glorifiquemos al Señor, gocémonos en Él, y donde nos envíe, nos va a dar una familia. Es por eso que también desaparecen los apellidos. ¡Qué importa un nombre cuando somos hijos de un mismo Padre!

El cristianismo se trata de eso, de despojarnos de las cosas que nos atan a este mundo, porque es la única forma en que vamos a poder servir a Aquel que nos dio la vida. Nada debe ser impedimento para cumplir con los mandatos de nuestro Señor. Él nos prometió vida eterna; nuestra estadía en la tierra es corta, no la desperdiciemos en nuestro yo.

Lo que nos ofrece el mundo empieza a perder sentido, deja de satisfacernos. No nos interesa otra cosa que conocer más a Aquel quien nos va a recibir en el cielo. Queremos saber cómo hacer para no llegar a Su presencia con las manos vacías. Es tan grande el agradecimiento, que anhelamos darle lo mejor de nosotros, lo cual, ciertamente, son los mismos dones que Él nos regaló.

Todo viene de Él. Entonces, si vamos a estar en la Gloria, ¿por qué deberíamos atarnos a la moda, a la política, a la filosofía de este mundo? Si nada de eso nos interesa es porque, sin lugar a dudas, nuestra vida es el evangelio de Jesucristo.

“Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas” (1 Corintios 15:27).

Todos los días me vienen a la mente los hombres que vivieron para glorificar a Dios. Estos últimos días tengo muy presente a Noé, porque mi sobrino mira todos los días la película “Noé salva a los animales”.

Pienso primeramente en la confianza de este personaje, la confianza absoluta en el Padre. ¿Cuántos hubiéramos podido creer al Señor cuando dijo que iba a mandar un diluvio para borrar de la faz de la tierra a todos los hombres? ¿Cuántos lo hubiéramos aceptado?
Y no sólo eso, sino que además, ¿nos hubiéramos puesto a hacer un arca gigante para salvar a los que obedecieran a Dios? 

Génesis 6:22 nos muestra que Noé no dudó: “Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó”. Sin preguntar. Confiando. Dios no le dijo lo qué haría con él luego de que el diluvio cesara, pero Noé actuó igual, sin poner condiciones.

Muchos dirán: ¿no hubiera sido más fácil que el Señor se llevara a Noé, junto con su familia, antes de que “las cataratas de los cielos” fueran abiertas, y después lo devolviera a la tierra para que se multiplique?

Desde luego que era más fácil, pero nuestro Padre Celestial ¡¡quiere usarnos!!

“Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días” (Génesis 7:24). Me imagino a Noé y toda su familia dentro del arca, esperando durante muchos días, sin saber qué iba a ser de ellos… Me viene una imagen de esas personas, en medio de la oscuridad, de quejidos de animales, de impaciencia, de preguntas. Seguramente padeciendo muchas incomodidades.

Durante los cuarenta días que duró el diluvio, habrán escuchado el rugir del viento, preguntándose cuándo acabaría. ¡Habrá sido eterno ese tiempo allí dentro!

Muchas veces estamos como dentro de un arca, esperando a que baje el agua, para ver qué surge en la superficie, qué es lo que nos va a mostrar el Señor. Se hace duro, nos impacientamos…A veces perdemos la confianza porque no vemos resultados. ¡Pero Él tiene preparada tierra fértil!

“…con Dios caminó Noé” (Génesis 6:9). Antes de que sobreviniera el diluvio, Noé había puesto su confianza en el Señor. Amaba a Dios, lo glorificaba en un mundo donde los hombres se habían olvidado de Sus mandatos. Dice la Biblia: “Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” (Génesis 6:6-8).

¿Hallamos gracia ante los ojos de Dios? ¿Vamos a dejar que nos utilice?
Tal vez ahora mismo estés dentro de un arca esperando. Confía que el Señor tiene un propósito para tu vida. Las aguas van a bajar y vas a encontrar grandes tesoros.

 “Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar” (Génesis 8:20). Nunca olvidemos lo que Dios hace por nosotros, y agradezcámosle en todo tiempo, como hizo Noé. A pesar de que en el camino pasemos aflicciones, recordemos que “…a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Deposita tu confianza en Dios.


martes, 22 de enero de 2013


¿Amar significa engrandecer el objeto de nuestro amor?

Para muchas personas esto no es un acto de amor. No se sienten amados cuando se les dice que Dios los creó para su gloria. Se sienten manipulados. Esto es comprensible debido a que el amor se ha distorsionado casi por completo en este mundo. Para la mayoría de las personas ser amado significa ser objeto de la adulación, de la exaltación del otro. Casi todo lo que hay en la cultura occidental sirve a esta distorsión del amor. Se nos enseña de mil maneras que el amor implica aumentar la autoestima de alguien. El amor es ayudar a que alguien se sienta bien consigo mismo. El amor es darle a alguien un espejo y ayudarle para que le guste lo que ve.
                Esto no es lo que la Biblia quiere decir cuando habla del amor a Dios. Amar es hacer lo mejor por alguien. Pero hacer que el propio ser sea el objeto de nuestro mayor afecto no es lo mejor para nosotros. En verdad es una distracción letal. Fuimos creados para ver y saborear a Dios. Para saborearlo hasta satisfacernos por completo y esparcir en el mundo el valor de su presencia. Si no les mostramos a las personas el Dios que nos satisface por completo, no las amamos.



La televisión, el gran instrumento para desperdiciar vidas

La televisión es en nuestra era moderna el mejor instrumento para desperdiciar vidas. Y por supuesto, la Internet está a punto de darle alcance, si no lo ha hecho todavía.
Uno puede ser más selectivo en la Internet, pero también puede elegir cosas aún más pecaminosas que sólo el Juez del universo conocerá.
La televisión reina por encima de todos los instrumentos de desperdicio de vidas. El problema principal con ella no es cuánta basura muestra, aunque ese sí es un problema. Tan solo la publicidad siembra fértiles semillas de codicia y lujuria, sin importar qué programa estemos viendo. El problema mayor es la banalidad. Una mente alimentada a diario con la televisión se atrofia. Nuestra mente fue creada para conocer y amar a Dios. Su capacidad para cumplir con esta gran vocación se arruina a causa del exceso de televisión. El contenido es tan obtuso y trivial que la capacidad de la mente para pensar cosas importantes se marchita, y la capacidad del corazón por sentir emociones profundas se atrofia.
Fragmento del libro “No desperdicies tu vida”, escrito por John Piper.

“Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica”.
1 Corintios 10:23 



Julio de 2012

Siempre supe que Dios existía. Cada tanto oraba para pedir cosas que me satisfagan. Muchas veces se cumplían las peticiones (esto lo veo ahora, a la distancia), pero jamás elaboré una oración de agradecimiento. Por supuesto que me cansé de decir “¡Gracias Dios!” porque mi madre me dio permiso para salir, porque conseguí un trabajo, porque el colectivo vino rápido. Y así por diferentes hechos triviales.
Nunca había entendido lo que era Dios en verdad. Ni siquiera tenía claro que era quien y no que. En varias oportunidades había escuchado la frase: “Murió por nuestros pecados”, y tomaba esas palabras para mi vida e incluso las repetía por ahí, sin saber realmente la magnitud de lo que eso significaba para cada habitante de la Tierra, o lo que debería significarle a cada uno de ellos. Por otra parte, desconocía de la existencia de una salvación.

En fin, creía que había un Dios porque mi madre lo amaba, vivía estudiando la Biblia y me invitaba a la iglesia cada vez que podía. También creía que había que llevar una buena vida para no ir al infierno. Porque les aseguro que en alguna que otra ocasión dudé de la existencia del Todopoderoso, pero vivía atemorizada por algo oscuro. Más allá de eso, me sentía muy atraída por lo que me vendía el mundo, y compré un poco de cada cosa, y hacía lo que me causaba placer. Y si lastimaba a alguien al satisfacer mis placeres, pedía perdón. ¿Qué más daba? Sin embargo, volvía a hacer lo mismo una y otra vez, durante años. Era tan fugaz lo que sucedía en esa antigua vida que de muchas situaciones ya no tengo memoria.

Llegado un momento, no hace mucho tiempo atrás, comencé a observar esa vida. Mi vida. Que ahora sé que no es mía. Su dueño comenzó a meterse en mi corazón y me mostró cientos de veces que no estaba viviendo bien. Me lo mostró a través de mi madre, de mis amigos, de mi familia, de mis vecinos, de desconocidos ¡Cuántas veces! Hace poco pude ver y comencé a ablandarme.

Fue entonces cuando llegué a la iglesia local donde por primera vez entendí qué era ser salvo; hice mi oración de fe y esa tarde me convencí a mí misma de que todo iba a ser diferente, que por fin iba a ser feliz, porque creía lo que el Señor había hecho por mí.

Pero con eso no bastó…Me dediqué a orar, a esperar y a contarle a mis seres queridos que me estaba congregando, y, desde luego, prometí dejar de cometer actos pecaminosos. Lo que yo creía que era pecaminoso.

Hoy sé que no tengo que sentarme a esperar, que no sólo tengo que orar, que tengo una vida nueva y debo demostrárselo a los demás. Para eso tengo que salir de mi comodidad y empezar a pensar que seguramente me van a esperar tribulaciones, porque Dios no es el genio de la lámpara, que nos concede increíbles deseos y nos asegura vivir sin sufrimientos. No. Lo más inexplicable, es que a pesar de ello, me gozo porque también sé que lo que Él permita, va a ser perfecto. Porque la Palabra dice que su voluntad es “agradable y perfecta”.

Es así que hoy siento la paz de saber que Él tiene el control. Pase lo que pase, sea malo o bueno, lo va a permitir para algo. Hoy me regocijo en su Palabra. Por fin me siento segura tras años de haberle dado la espalda. ¡Cuántas oportunidades que me dio!

Obediencia. Es palabra que me saluda cada mañana. Para mí, lo es todo, porque dentro de esa obediencia (que por nuestra condición de seres totalmente imperfectos, no creo que podamos tenerla al pie de la letra)  está implicada la confianza hacia al Padre, el poder descansar en Él, sabiendo que si me encargo de sus cosas, Él se va a encargar de las mías. Eso no significa que tengo que quedarme quieta, al contrario, tengo que moverme. Y eso de moverse…

Hasta el momento, pensé que tenía más o menos claro el tema del cristianismo, pero la realidad me mostró que no conocía nada, que no veía la dimensión de la obra y de los mandamientos del Señor. ¡No sabía de la importancia de las misiones! Del sacrificio que están haciendo miles de personas sirviendo a nuestro Padre Celestial en diferentes ciudades del mundo. No sólo era creer, bautizarse y hablar de Cristo a los que querían escuchar. La tarea que nos compete es mucho más amplia y formidable. “…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1: 8).

HASTA LO ÚLTIMO DE LA TIERRA.  Resuena como un eco en mi cabeza. "Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15). ID POR TODO EL MUNDO. Resuena como un eco en mi cabeza. No puedo describir lo que me despiertan estas palabras. Siento que una llama se encendió.